El 3 de mayo se celebra el Día Mundial de la Libertad de Prensa, una jornada que sirve para que los periodistas de todo el mundo reivindiquen su derecho a informar sin ser coartados, censurados o señalados.

La prensa nunca ha vivido tiempos fáciles, sin embargo, gracias a la «tercera revolución industrial» motivada por la aparición de Internet y todo tipo de nuevos medios, su supervivencia se complica. Son numerosas las noticias que hablan de la reestructuración de las redacciones, del cierre de medios y como no, del despido de profesionales que ya no interesan para los grandes conglomerados empresariales, una telaraña bien tejida en la que la verdad asoma muy de vez en cuando y motivada siempre por intereses económicos. Esta situación contrasta con el gran número de licenciados o graduados en periodismo y comunicación que cada año dejan la Facultad para hacerse un hueco en este mundo tan extraño. Salen cargados de ilusión, aunque pronto comprenden que la clave está en ofrecer algo nuevo que no han aprendido en clase. A veces se reciclan y emprenden otra aventura académica o profesional, pero eso sí, siempre con la esencia periodística, una semilla a la que a veces, por desgracia, no la dejan germinar.

Y, ¿por qué esta reflexión? El 3 de mayo no puede ser un día más en el calendario, aunque nuestra rutina sea idéntica a la del 4 de mayo, algo debe cambiar en el periodismo. Quizás no se pueda luchar contra los gigantes, pero sí se puede contribuir a la causa desde nuestro entorno, cuidando lo que escribimos, lo que contamos o lo que capturamos, porque el objetivo de transmitir la verdad debe comenzar en el periodista de calle. Otra cosa es que «desde arriba» nos acusen de titular vacío o de «poca chicha» en el lead, o que directamente «nos aconsejen» titular por otro «tema», pero eso quedará en su conciencia y no en la del trabajador, así que ¡no a la autocensura! Empecemos por trabajar nuestra propia libertad.

Ahora, un poco de historia…¿sabéis por qué el 3 de mayo? La fecha se eligió para que coincidiera con el aniversario de la Declaración de Windhoek, un manifiesto firmado por medios de comunicación africanos que culminaba la celebración de un seminario organizado por la UNESCO. En el documento figuraban 19 principios conectados por una misma aspiración: la necesidad de defender la libertad de información como un derecho humano fundamental. Además, uno de ellos, cobra más sentido ahora que nunca: «Por prensa pluralista debe entenderse la supresión de los monopolios de toda clase y la existencia del mayor número posible de diarios, revistas y otras publicaciones periódicas que reflejen la más amplia gama posible de opiniones dentro de la comunidad». Esta declaración fue firmada en 1991, pero si nos dijeran que se hizo antes de ayer, 25 años después, nos los creeríamos.

Concluyo con la frase final de otro manifiesto, este actual y firmado por la FAPE: Se reconoce (…) el esfuerzo de tantos compañeros que no decaen en mantenerse firmes en su dignidad profesional aunque la incertidumbre laboral sea muy poco alentadora. En la esperanza, siempre.

No hay que dejar de intentarlo, no se puede desistir, y por supuesto, no podemos perder la ilusión.